Tenemos una obsesión con consumir. ¿Crees que tú no? Sigue leyendo.
Normalmente asociamos consumir con comprar. Alguien consumista es alguien que le gusta ir de compras, gastarse el dinero en bienes materiales, etc.
Pero consumir es mucho más que eso. También incluye las actividades que hacemos en nuestro tiempo libre. La inmensa mayoría de personas realizamos alguna o todas estas actividades: comer en restaurantes; ver series, deportes o películas; viajar; pasar tiempo en redes sociales; o ir de fiesta. ¿Qué tienen en común?
Probablemente creas que nada. Son todas diferentes, ¿no?
Sí, pero tienen algo en común. Todas son actividades de consumo.
Existe una clara separación entre nuestro tiempo de trabajo y nuestro tiempo libre. Cuando toca trabajar, hacemos actividades de tipo creativo: pensar ideas, redactar, desarrollar nuevas soluciones, aprender conocimientos necesarios, etc.
Después, como “recompensa” nos permitimos consumir. Ya que hemos trabajado duro, nos merecemos consumir. Ver la tele, o comprar, consultar las redes sociales o leer.
Pero esta idea es equivocada. Porque crear es infinitamente más satisfactorio que consumir.
Esta idea resulta contraintuitiva. Al fin y al cabo, nuestro tiempo libre deberíamos usarlo para relajarnos, desconectar o hacer actividades que disfrutemos, ¿no? En parte sí… pero no podemos olvidarnos de nuestro diseño como humanos.
A los humanos nos encanta crear. Hemos evolucionado para ello. Mira a tu alrededor. Todo lo que ves ha sido creado por otra persona. Si vivimos como vivimos ahora, es por los millones de humanos a lo largo de la historia que han creado todo lo que permite este estilo de vida.
Crear nos aporta una satisfacción más profunda, real y duradera que cualquier otra actividad, porque estamos diseñados para ello. También permite que mejoremos como personas si estamos aprendiendo algo. Además, es una de las mejores manera de entrar en flujo.
Pero si crear es tan estupendo… ¿por qué no lo hace todo el mundo?
Para empezar, crear requiere esfuerzo. Como estamos diseñados para ahorrar energía, priorizamos consumir, que requiere un mínimo de energía.
Además, tenemos una idea negativa de crear. Al igual que pasa con madrugar, lo asociamos a una obligación y al trabajo, a algo que no nos gusta. En nuestro tiempo libre queremos consumir, ya que tenemos la idea de que es lo correcto.
Por último, está la influencia externa. Desde todos los lados se publicita el consumo, en ningún lado se anima a crear. Es lógico. ¿Quién haría un anuncio para animar a crear? Con eso nadie gana dinero. Así que tenemos todo el rato influencias externas para consumir.
¿Qué es crear?
Hay montones de ejemplos: cocinar, pintar, construir, cultivar una amistad, escribir, aprender, cantar, actuar, programar, jugar, hacer deporte, inventar, tocar un instrumento, coser o diseñar.
Puedo asegurarte que cualquiera de estas actividades reporta más satisfacción que consumir.
No digo que sean más placenteras, ni que apetezcan más, sino que mientras estás haciéndolas y sobre todo al acabarlas reportan mucha más satisfacción.
Piénsalo. ¿Qué es más satisfactorio: comer una comida deliciosa o crearla? ¿Ver a personas haciendo deporte o practicar ese deporte? ¿Leer un libro o escribirlo? ¿Comprarse una casa o hacerla con tus propias manos? ¿Ver un monólogo o darlo? ¿Ver un concierto o saber tocar un instrumento?
Los ejemplos son infinitos.
Consumir es necesario
Con todo esto, no digo que haya que volverse un ermitaño y no consumir nada nunca. Solo hacerlo con cabeza y ser conscientes de cuando lo hagamos.
Y sobre todo, pensar y priorizar en oportunidades y actividades para mover la balanza de consumidor a creador.