En algunos aspectos el mundo se parece más a una distopía de lo que nos gustaría aceptar. En este artículo explico por qué.
Esta idea viene del libro “Amusing ourselves to death” (Divirtiéndose hasta la muerte), escrito por Neil Postman. Fue publicado en 1985, criticando sobre todo a la televisión, pero sus lecciones son aún más relevantes en el mundo actual.
No creo que sea el fin del mundo ni pretendo ser catastrofista, es simplemente que me parece una idea interesante. Dicho esto, empecemos.
¿Qué es una distopía?
Primero comencemos definiendo qué es una distopía. Según Wikipedia, una distopía es una sociedad ficticia indeseable en sí misma.
Cuando se escribe, a menudo es una crítica hacia la sociedad presente, y hacia donde se puede dirigir en un futuro. Es precisamente lo que ha pasado en este caso.
La distopía más conocida es 1984, de George Orwell. En ella la sociedad es controlada por el Gobierno, que hace de Gran Hermano, vigilando el pensamiento de los ciudadanos. Sin embargo, no es esta la que se parece al mundo actual.
La que creo que representa mejor el mundo actual es la de “Un mundo feliz”. Aunque es un poco menos popular, probablemente habrás oído hablar de ella.
En «Un mundo feliz» se ha llegado a una sociedad perfecta en la que todos son felices. Gracias a la tecnología y al condicionamiento social desde la infancia, cada persona tiene una posición en la sociedad para la que es educada desde que es concebida “in vitro” (porque ya nadie nace de manera natural).
El objetivo de toda esta tecnología es eliminar el dolor y el sufrimiento, el esfuerzo, las emociones tristes. Se considera que estas cosas son la causa de la infelicidad, y por ello se pretenden eliminar a toda costa.
Lo que se valora más en la sociedad es precisamente esto: la búsqueda de la felicidad permanente a base de distracciones.
Si a pesar de toda esta tecnología no te sientes bien, no hay problema. La solución está en una droga, la soma. Esta te permite «evadirte» durante unas horas, para luego regresar y continuar con tu vida.
Aunque pueda sonar algo peligroso, que una sociedad entera dependa de una droga, no lo es. La soma es la droga perfecta, diseñada especialmente por científicos para no causar adicción ni efectos secundarios.
Todo el mundo la toma habitualmente, pues al fin y al cabo, ¿por qué no iban a hacerlo? Al acabar puedes seguir con tu vida normalmente, pues no tiene efectos secundarios. Además, está tan extendida que se ve como algo normal.
Si todo es tan perfecto, ¿cuál es el problema?
A diferencia de otras distopías, en esta no es evidente cuál es el problema. Al fin y al cabo, se ha creado una sociedad en la que todos son felices ¿no?
Aún así, a medida que se avanza hay algo que chirría. Te das cuenta de que hay algo que no acaba de encajar, que no todo es tan perfecto. Hasta que llega John el Salvaje.
Este es un personaje que vive en las llamadas reservas. Estos son lugares en los que no se ha extendido esta sociedad, y aún viven como se vivía antaño. Tienen a sus hijos por nacimiento natural, beben alcohol para evadirse, en definitiva, no han “evolucionado”.
John ha vivido ahí toda su vida, pero por azares del destino acaba viajando y viviendo en esta sociedad avanzada que desconoce.
Se convierte en un personaje famoso, pero poco a poco se va dando cuenta de que la vida aquí no es del todo deseable, y acaba medio loco y queriendo aislarse del mundo.
¿De verdad se parece esta novela al mundo real?
Como ya he dicho, en algunos aspectos la novela se parece al día a día. Para empezar, el valor supremo, la búsqueda de la felicidad, coincide con el del mundo actual. Multitud de libros, cursos y seminarios han surgido prometiendo alcanzarla.
Según tengo entendido (porque yo no he vivido demasiados años) antes había otro tipo de objetivos. En algunas épocas, el honor y la virtud eran lo más importante. Pero sin duda alguna, el valor que ha reinado a lo largo de la historia ha sido el de la pura supervivencia.
Como ya he dicho, no entro a juzgar que esta búsqueda constante de felicidad similar a la del libro sea algo positivo o negativo. Simplemente lo planteo.
Uno de los puntos clave de carácter moral del libro gira en torno a la idea de que para asegurar la felicidad continua y universal, la sociedad debe ser manipulada, la libertad de elección y expresión se debe reducir, y se ha de inhibir el ejercicio intelectual y la expresión emocional.
Los ciudadanos son felices, pero John el Salvaje considera que esta felicidad es artificial y «sin alma». En una escena crucial discute con otro personaje sobre el hecho de que el dolor y la angustia son parte tan necesaria de la vida como la alegría, y que sin ellos, poniéndolo en perspectiva, la alegría pierde todo significado.
¿Te suena esta última parte? Es algo que ya propusieron en su día los estoicos. La comida pierde su gracia sin hambre, el agua sin sed y el descanso sin cansancio.
En consecuencia de esta búsqueda constante de felicidad, también hemos puesto la comodidad como valor supremo. Por culpa de nuestro diseño como humanos, nuestro instinto nos impulsa a buscar cada vez más comodidad. Esto antes no era un problema, porque al no haber tanta tecnología tenías que estar incómodo necesariamente.
Una vez más, aquí está otra de las similitudes de la novela y la vida real. La evolución de la tecnología permite estar cómodos la mayor parte del tiempo, al igual que la novela. Ir en coche a todos lados para no cansarse, comer comida ya preparada para no “perder” el tiempo cocinando, subir en el ascensor y un montón de detalles más.
Peor aún, hemos llegado a un punto en el que si alguien intenta salir de este camino y buscar una cierta incomodidad, se le toma como alguien raro. ¿Por qué iba a querer hacerlo, si se está más incómodo?
La última similitud, que he dejado para el final, es la droga similar a la soma de la novela. Esta es una droga tan presente que la vemos como algo absolutamente normal. ¿Cuál es? El entretenimiento.
Si esta búsqueda de felicidad artificial falla, siempre podemos evadirnos y olvidarlo. Con la televisión, las redes sociales, e Internet en general puedes pasarte horas y horas y el tiempo vuela sin que te des cuenta. No hace falta pensar ni razonar.
Lo que Orwell temía eran aquellos que prohibirían los libros. Lo que Huxley temía era que no habría ninguna razón para prohibir un libro, porque no habría nadie que quisiera leer uno.
Quizás esta comparación te parezca demasiado exagerada, pero pregúntate: ¿es tan exagerada de verdad o te has acostumbrado a verlo como algo normal y ya no te extraña?
Es divertido observar las (¿sospechosas?) similitudes entre Facebook y la novela. La declaración de misión de Facebook de “dar a las personas el poder de construir una comunidad y unir el mundo” es similar al lema de la sociedad de Un Mundo Feliz: “Comunidad, identidad, estabilidad”.
Conclusiones
Una vez más, no pretendo ser pesimista ni nada por el estilo. Simplemente comentar esta idea que me parecía interesante para hacer un poco de autocrítica y plantearse hacia dónde nos dirigimos.
Para concluir el artículo, me gustaría dejar una cita que espero que os haga reflexionar.
Al final, lo que Huxley nos quería decir no era que la gente en Un mundo feliz se reía en vez de pensar, sino que no sabían sobre qué se reían y por qué habían dejado de pensar.