En el mundo actual, nos vemos arrastrados por avalanchas de información. En un día se publicará más contenido que el que serás capaz de consumir en toda una vida. Entre tanta información, teorías, libros e ideas, ¿cómo distinguir lo que es valioso de lo que no, lo que merece la pena respecto a lo que es basura? El efecto Lindy tiene la respuesta.
Primero, un poco de contexto. Estamos acostumbrados a pensar de manera biológica:
Imagina una persona cuya edad es de 50 años en un país con una esperanza de vida de 80. Podemos afirmar que es probable que viva hasta los 80, teniendo en cuenta que puede acabar viviendo más o menos. Lo que sí podemos afirmar es que cada año que pasa, su esperanza de vida se va reduciendo. Cuando tenga 51 años, tendrá solo 29 años de esperanza de vida, y así sucesivamente. Simple, ¿verdad?
Sabiendo esto, el efecto Lindy es fácil de comprender. Se trata justo de lo contrario.
¿Qué es el efecto Lindy?
Las cosas sujetas a este efecto les ocurre algo diferente. A medida que pasa el tiempo, su esperanza de vida aumenta.
Por ejemplo, las pirámides llevan en pie 3000 años, por lo tanto es probable que sigan otros 3000 años más en pie. Llevamos escuchando a Beethoven 200 años, es probable que le sigamos escuchando otros 200 años más. Llevamos usando la bicicleta 120 años, es probable que la usemos 120 años más. Llevamos leyendo a los estoicos más de 2000 años, es probable que les sigamos leyendo otros 2000 años más.
Cada año que pasa todo aquello sujeto al efecto Lindy se hace más fuerte, y aumentan sus posibilidades de seguir durando más tiempo.
Como he dicho arriba, Lindy puede servir para entender qué es mejor, usando el tiempo como filtro.
El tiempo filtra todo lo que pasa por su camino. Y dado que no hay nada inmune al paso del tiempo, todo está sujeto a él.
Lo que no merece la pena, o no está preparado para aguantar este estresor, es eliminado y no se sabe nada más de ello. Pensamos que vivimos en un mundo moderno, lleno de inventos y nuevas tecnologías, pero algunas de las cosas que hacemos llevan siendo así cientos, incluso miles de años. Un gran ejemplo lo da Taleb en su libro Antifrágil: la experiencia de comer en un restaurante no ha cambiado en casi 2000 años:
Usaré cubiertos, una tecnología inventada en Mesopotamia. Beberé vino, un líquido que ha estado en uso desde por lo menos 6000 años. El vino será servido en vasos, una innovación atribuida a los fenicios. Después del plato principal, tendré una tecnología más joven, el queso artesanal, pagando más por aquellos que no han variado su elaboración en varios cientos de años.
Si alguien en 1950 hubiera imaginado este escenario , habría imaginado algo totalmente distinto. Gracias a Dios, no estaré vestido en un brillante traje sintético de estilo espacial, consumiendo píldoras nutricionalmente optimizadas mientras me comunico con mis compañeros de mesa mediante pantallas.
La comida será preparada usando una tecnología arcaica (fuego) con la ayuda de utensilios de cocina que no han cambiado desde los tiempos de los romanos, excepto quizás en la calidad de algunos metales usados. Me sentaré en un aparato de 3000 años de antigüedad como mínimo, conocido como la silla.
Esta cita puede hacernos comprender que hay más de antiguo en nuestra vida de lo que nosotros creemos. Sin embargo, nos empeñamos en pensar que todo lo nuevo es mejor, por culpa de lo que Taleb denomina la neomanía.
¿Qué es la neomanía?
Podemos comprenderlo analizando la palabra. Neo es nuevo y manía es locura, obsesión. Por tanto, podemos entender la neomanía como amor u obsesión por lo nuevo.
Esta tendencia es fácil y evidente de observar. En nuestra sociedad, todo está enfocado hacia lo nuevo. El último programa de entrenamiento, el último capítulo de una serie, el último estreno en el cine, el último bestseller, la última dieta, el último modelo de móvil…
Tenemos en nuestra cabeza la idea de que lo nuevo es siempre mejor, y por lo tanto lo perseguimos sin descanso. Por supuesto, esta obsesión es alimentada por la publicidad y el marketing, ayudados de la mentalidad consumista del capitalismo.
Entonces, podemos concluir que la mayoría de la gente elige qué consumir en función de esta neomanía. Se preguntan qué es lo más nuevo ahora mismo y lo consumen. Esta manera de pensar es la prevalente y la podemos encontrar en todos lados.
En el anuncio del último modelo de móvil con ligeras mejoras respecto al anterior. En el último modelo de coche un poquito más cómodo que el anterior. En el último libro que tienes que leer porque es un bestseller y todo el mundo habla de él. En la información del telediario que es urgente y no te puedes perder. En la última dieta que ha salido recomendada por un montón de expertos. En la última película que no te puedes perder.
Pero… ¿y si existiera una manera mejor? Una forma de elegir más efectiva, que nos permitiera eliminar esta neomanía y elegir contenidos de más calidad.
La hay. Para ello usaremos el efecto Lindy a nuestro favor.
Cómo utilizar el efecto Lindy
Es simple. Sabiendo que en general, cuanto más antigua sea una cosa, mejor será (porque ha sobrevivido al tiempo), es fácil concluir que para aprovecharlo lo único que hay que hacer es consumir cosas que tengan cierta antigüedad.
Esto no quiere decir que tengas que ir a la biblioteca nacional a rebuscar entre manuscritos polvorientos esperando encontrar algo de valor, ni que solo veas películas en blanco y negro.
Lo único que hay que hacer es recordar este efecto a la hora de elegir qué consumir. Pongamos un ejemplo.
Imagina que estás dudando entre dos libros para leer. El primero salió hace un mes y es un bestseller muy popular. Está en todas partes y en todos lados se habla de él.
El segundo fue publicado hace 40 años. Has oído hablar de él varias veces en los últimos meses, pero no es ni de lejos tan popular como el otro. ¿Cuál eliges?
Sin dudarlo, este último. El hecho de que haya aguantado 40 años sin que el mundo entero se haya olvidado de él demuestra que merece la pena.
¿Quiere esto decir que el libro más antiguo va a ser mejor que el nuevo? No. El efecto Lindy es un efecto de probabilidades.Lo único que dice es que si algo es antiguo y ha sobrevivido, tiene más posibilidades de ser mejor que algo es nuevo.
Como tiene que ver con las probabilidades, no siempre se cumple. Pero aún así, es conveniente tenerlo en cuenta a la hora de elegir qué consumir.
A la hora de valorar la calidad de un contenido, lo mejor es tomar esto como un criterio más a la hora de elegir, uno importante. Preguntarnos si algo es Lindy, o podría llegar a serlo nos ayuda a descartar de un plumazo un montón de opciones que son válidas.
Conclusiones
Como has visto, esta idea es algo diferente a lo típico de consumir lo más popular en el momento, o lo que tenga mejor marketing.
Se puede aplicar a un montón de cosas para ver si son duraderas y así juzgar su calidad. Como ya he dicho, pueden ser películas, libros, sistemas de entrenamiento, modelos mentales…