Desde pequeños, hemos crecido con la idea de que madrugar es malo, algo que debe ser evitado. Nada más lejos de la realidad. Madrugar es fantástico, y en este artículo te cuento las razones.
Antes de empezar a entender lo mágico que puede ser este hábito, es necesario superar las dos limitaciones que todos adquirimos y que nos impiden disfrutar de esta maravilla: asociar el acto de madrugar con algo que no nos gusta, y no dormir lo suficiente.
Ya Marco Aurelio hablaba hace miles de años sobre este hábito:
Al amanecer, cuando de mala gana y perezosamente despiertes, acuda puntual a ti este pensamiento: «Despierto para cumplir una tarea propia de hombre.» ¿Voy, pues, a seguir disgustado, si me encamino a hacer aquella tarea que justifica mi existencia y para la cual he sido traído al mundo? ¿O es que he sido formado para calentarme, reclinado entre las sábanas? «Pero eso es más agradable». ¿Has nacido, pues, para deleitarte? Y, en suma, ¿has nacido para la pasividad o para la actividad? ¿No ves que los arbustos, los pajarillos, las hormigas, las arañas, las abejas, cumplen su función propia, contribuyendo por su cuenta al orden del mundo? Y tú entonces, ¿rehúsas hacer lo que es propio del hombre? ¿No persigues con ahínco lo que está de acuerdo con tu naturaleza? «Mas es necesario también reposar.» Lo es; también yo lo mantengo. Pero también la naturaleza ha marcado límites al reposo, como también ha fijado límites en la comida y en la bebida, y a pesar de eso, ¿no superas la medida, excediéndote más de lo que es suficiente? Y en tus acciones no sólo no cumples lo suficiente, sino que te quedas por debajo de tus posibilidades. Por consiguiente, no te amas a ti mismo, porque en aquel caso amarías tu naturaleza y su propósito. Otros, que aman su profesión, se consumen en el ejercicio del trabajo idóneo, sin lavarse y sin comer. Pero tú estimas menos tu propia naturaleza que el cincelador su cincel, el danzarín su danza, el avaro su dinero, el presuntuoso su vanagloria. Estos, sin embargo, cuando sienten pasión por algo, ni comer ni dormir quieren antes de haber contribuido al progreso de aquellos objetivos a los que se entregan.
Creo que una vez entendidas estas limitaciones y sus causas, mirarás el acto de madrugar con otros ojos. Comencemos.
Lo asocias con algo que no te gusta
Si la primera cosa que te viene a la mente cuando oyes la palabra madrugar son cosas desagradables, es comprensible que no te guste. Ir al trabajo/ colegio, sueño, atascos.
Si durante años (¡o décadas!) debes levantarte pronto obligado por otros para hacer algo que no te gusta, al final asociarás levantarse temprano con algo negativo. Madrugar es algo a evitar, porque significa que tengo que ir a un sitio que no me gusta.
Nada más lejos de la realidad. La mañana es un momento mágico del día. Puedes disfrutar del silencio, escribir en un diario, meditar, planificar el día, hacer deporte o trabajar en tu proyecto (como este blog).
De hecho, este es el primer paso para empezar a apreciar las mañanas: pensar en una actividad que te apetezca para empezar a asociarla con la mañana.
A menudo, esto significa que deberás levantarte antes para hacerla. Esta acción también tiene un enorme impacto. Cuando te levantas antes de la hora a la que tienes que hacerlo, le estás diciendo a tu cerebro que tú tienes el control, que lo haces porque quieres, que eres el dueño de tu tiempo y por eso te levantas antes, para hacer esa actividad tan importante.
Es especialmente poderoso madrugar un fin de semana. Envías el mensaje a tu cerebro de que tienes el control de tu vida. De hecho, es el mejor momento para madrugar. Todo el mundo está durmiendo y puedes disfrutar de un paseo por calles silenciosas o ir a tiendas vacías.
Pero lo mejor de madrugar es que te permite ver cómo de satisfecho estás con tu vida. En el momento en el que suena la alarma y tienes que levantarte, el entusiasmo con el que lo haces te permite saber cómo de contento estás con tu vida, como explicaré al final del artículo.
Por supuesto, primero tienes que tener dominado el aspecto de dormir lo suficiente.
No duermes lo suficiente
La otra razón por la que cuesta madrugar es que no dormimos lo suficiente. Si estás cansado por levantarte pronto nunca te va a gustar. Si encima te obliga a tomar café para no estar cansado, pierdes todos los beneficios.
Este es el paso que yo estoy intentando superar ahora mismo.
Es aquí donde entra el factor de irse a dormir por la noche pronto. Cuesta, sobre todo si estás viendo la tele/ Netflix/leyendo. Siempre es más fácil seguir haciendo lo que estás haciendo que irse a dormir, pero piensa: ¿cuál es mejor uso de tu tiempo?
Quedarse viendo una serie o la televisión… o escribir, planificar el día, disfrutar del amanecer, meditar. Las opciones son infinitas. ¿Cuál es la que va a tener un mayor impacto en los próximos 10 años de tu vida?
Solo he encontrado una excepción: socializar. Especialmente si eres joven, es algo que se suele hacer tarde y es difícil cambiar esa costumbre en nuestra sociedad.
Tener en cuenta este punto también ayuda para madrugar los fines de semana. Si durante la semana no duermes lo suficiente, el fin de semana vas a tener ganas de quedarte hasta las tantas para recuperar el sueño… y te estarías perdiendo el mejor momento para madrugar: ¡cuando nadie lo hace!
Ten un motivo
Aparte de los beneficios ya mencionados, madrugar me encanta porque es un gran indicativo de cómo transcurre mi vida.
Si estoy descontento conmigo mismo, o no tengo actividades que me apetezcan, o me da pereza hacer todo, o encuentro demasiado fáciles los retos del día a día, se va a notar en madrugar.
Es por eso que si durante varios días seguidos me resisto a madrugar, es porque no estoy haciendo algo bien y tengo que adivinar qué es.
Madrugar me obliga a tener un motivo para madrugar, lo cual es sinónimo de tener un motivo para aprovechar el día. ¡Es una oportunidad de oro!