«Es fácil perder la cuenta de nuestra mortalidad, olvidar el tiempo, pensar que vamos a vivir para siempre. La idea de que vas a morir y que la vida es corta solo es deprimente si piensas de la manera equivocada. Si lo haces correctamente, te debería dar una idea de tus prioridades. Incluso debería darte un significado; te debe mostrar lo que es importante, lo que estás intentando hacer mientras estás aquí en este planeta.»
Ryan Holiday
En el artículo de hoy hablaré de cómo pensar en la muerte puede ayudar a llevar una vida mejor. Te propongo un ejercicio que quizás encuentres sorprendente o macabro, pero que puede reportarte grandes beneficios.
Memento mori en la historia
Como dice el título de este artículo, memento mori significa literalmente recuerda la muerte. En nuestra sociedad actual, la muerte está relegada a un segundo plano. Es muy raro que alguien fallezca, a menos que tenga una avanzada edad o una enfermedad.
Esto hace que podamos olvidar durante meses, incluso años, el hecho de que algún día moriremos. Los humanos olvidamos nuestra propia mortalidad con suma facilidad. Preferimos no pensar sobre ello e imaginar que vamos a vivir para siempre, y actuar como si tuviéramos un tiempo infinito para cambiar nuestros comportamientos o cumplir nuestros sueños.
Pero no ha sido así durante el resto de nuestra historia. Antes, cualquier accidente inesperado podía poner fin a tu vida. En consecuencia, otras culturas tenían más presente a la muerte, incluso tenían costumbres para recordarla.
Ya en el Antiguo Egipto tenían una curiosa costumbre: en tiempos de fiesta o celebración, sacaban un esqueleto y la gente exclamaba “¡Bebed y sed felices, porque cuando estemos muertos tendremos este aspecto!”.
Curioso, ¿verdad?
También los romanos hacían algo similar. Tras una gran victoria militar, los triunfantes generales desfilaban por las calles envueltos en las aclamaciones de la multitud. No había un honor más deseado. El general era idealizado, visto como un dios tanto por sus tropas como por el público.
Pero montando en el mismo carro, justo detrás del aclamado vencedor, estaba un esclavo. La única responsabilidad de este esclavo a lo largo de toda la procesión era susurrar continuamente al oído del general , “Respice post te. Hominem te esse memento. Memento mori!”
“Mira detrás. Recuerda que eres mortal. ¡Recuerda que debes morir!”
El esclavo servía para recordar al vencedor en su momento de gloria que esta adoración pronto acabaría, mientras la verdad de su mortalidad permanecería.
Y… ¿acaso no es eso cierto? Imagina como se debía sentir ese general, aclamado por decenas de miles de personas. Casi como un dios. Pero hoy, ¿quién se acuerda de él?
La muerte y los estoicos
«La mayor parte de nuestra vida pasa mientras hacemos el mal, otra parte mientras no hacemos nada, y una gran parte mientras estamos haciendo aquello que no es nuestro propósito. ¿Qué hombre puedes mostrarme que valore su tiempo, que reconozca el valor de cada día, que entienda que está muriendo diariamente? Porque estamos equivocado cuando miramos a la muerte como algo lejano; la mayor parte de la muerte ya ha pasado. Todos los años que quedan detrás de nosotros están en manos de la muerte.»
Séneca
Los estoicos tomaban muy en serio a la muerte, y meditaban sobre ella regularmente. Por irónico que suene, la usaban como herramienta para vivir una vida mejor. Te recuerdo que el gran objetivo del estoicismo es precisamente ese: llevar la mejor vida posible.
Es lo que propongo hacer en este artículo. Imaginar tu propia muerte. Creo que es una herramienta útil, pero debes tener cuidado. No es para estoicos novatos. Si nos sabes qué es el estoicismo, vete al artículo y pon en práctica algunos conceptos que comparto en él antes de seguir leyendo.
El ejercicio es simple. Consiste en imaginar el día de nuestro funeral, tanto si este fuera próximamente como si fuera dentro de mucho tiempo.
Tu funeral próximo
«Podrías abandonar la vida ahora mismo. Deja que eso determine lo que piensas y dices.»
Marco Aurelio
Si nos paramos a considerar que es posible morir próximamente, vemos con claridad que muchas de nuestras acciones carecen de sentido.
Imagínate en tu ataúd. Imagina tu último día, los pensamientos que pasarán por tu cabeza.
¿Qué se diría de ti? ¿Fuiste bueno? ¿Trataste bien a los demás? ¿Te preocupaste por lo que de verdad importa, o de cosas sin fundamento?
Quizás te darías cuenta de que esa discusión absurda no tiene sentido. Quizás te arrepientas de haber malgastado tu día a día. Quizás te arrepientas de no haber pedido una cita a esa persona que te atraía. Quizás te des cuenta de que muchas de tus preocupaciones no tenían sentido. ¿Estarás satisfecho de lo que hiciste el último año?
¿Desearás haber hecho algo que no haces por el miedo al qué dirán? ¿Por el miedo a fracasar? ¿Por cualquier miedo?
¿Cuidaste de las personas importantes para ti? ¿Trataste a tu seres queridos con cariño? ¿Aprovechaste cada minuto con ellos, en vez de estar discutiendo? ¿Tuviste conversaciones profundas, hablando de sueños, problemas y miedos?
Esto son solo algunas ideas de las preguntas que te puedes hacer. Como siempre, las posibilidades son infinitas.
Tu funeral al final de una larga vida
«Mientras estamos posponiendo, la vida se acelera.»
Séneca
La otra posibilidad para hacer el ejercicio es imaginar la muerte, pero ahora después de muchos años. De esta manera puedes analizar el rumbo que lleva tu vida, no solo en el día a día. Puede ayudarte a pensar en el largo plazo, en 10, 20, 30 años.
En este ejercicio, debes imaginar que tras una vida larga, estás en tus últimos días. Has llevado una existencia acorde con tus acciones de los últimos 5 años.
Recuerdas tus vivencias. ¿Qué te viene a la mente? ¿De qué te arrepientes? Y lo más importante: ¿has llevado una buena vida? ¿Perseguiste las cosas correctas?
Quizás crees que te arrepentirías de no haber cuidado más las relaciones con tus seres queridos. De no haber cuidado tu salud. De no haber buscado un propósito. De haber sido tan cabezota, tímido o individualista.
Quizás algunos de tus recuerdos más preciados son haciendo esa actividad que te encanta pero no tienes tiempo de hacer habitualmente. O de trabajar en ese libro que empezaste y nunca terminaste. O de cultivar amistades profundas y duraderas, basadas en la admiración mutua y no en intereses o conveniencia.
Si te faltan ideas, puedes ayudarte de la experiencia de Bronnie Ware. Pasó años cuidando a personas en su lecho de muerte, y por tanto tuvo la oportunidad de escuchar los arrepentimientos más comunes. Los cinco arrepentimientos que más encontró fueron estos:
- Ojalá hubiera tenido el coraje de vivir una vida leal a mi mismo, no la vida que otros esperaban de mí.
- Ojalá no hubiera trabajado tan duro.
- Ojalá hubiera tenido el coraje de expresar mis sentimientos.
- Ojalá hubiera mantenido el contacto con mis amigos.
- Ojalá me hubiera permitido ser más feliz.
Asegúrate de que al menos no tendrás ninguno de estos arrepentimientos. No cometas los errores de los demás.
Y luego, ¿qué?
«No vivas como si tuvieras años sin fin por delante. La muerte te eclipsa. Mientras estés vivo y capaz, sé bueno.»
Marco Aurelio
Quizás tras hacer este ejercicio sientas una sensación extraña en el cuerpo. Pensar con tanta precisión sobre nuestra mortalidad puede ser incómodo. Pero es una oportunidad.
Cierra los ojos. Respira profundamente. Ábrelos. Parpadea. Observa el cielo, escucha los pájaros.
¡Estás vivo! Puedes hacer que esas cosas que deseabas que fueran tu funeral se hagan realidad. No tienes que desear que se hagan realidad. ¡Tienes tiempo de hacerlas!
Espero que tras este ejercicio tengas, al menos, un día un poco diferente. Que seas más consciente de lo que haces y piensas. Para concluir, te dejo esta cita de Steve Jobs, que también pensaba a menudo en su mortalidad.
«Recordar que estaré muerto pronto es la herramienta más importante que he encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones en mi vida. Prácticamente todo — todos los deseos, todo el orgullo, todo el miedo a la vergüenza o al fracaso — estas cosas se caen frente a la muerte, dejando solo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor manera que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder.»